Backstage: "LA POESÍA ES UNA DE LAS ACTIVIDADES MÁS EGOÍSTAS"/ FRANCISCO LAYNA Y MAURIZIO MEDO CONVERSAN
Tu caso es bastante particular
dentro del panorama de la poesía española, al igual que Ángel Cerviño, ustedes
dos son autores “desgenerados”, tanto en función a la “ortodoxia” generacional
como, también a la de los géneros discursivos. Mi primera pregunta Paco sería,
¿cómo ubicarte en el panorama de la poesía española actual? Supongo que de
ninguna manera. Pero que me pongas al
lado de Ángel, enorme poeta, es todo un orgullo. Aunque insisto: de ninguna
manera. Me siento un “desubicado”, o mejor aún, un absoluto “aubicado”. Hace
poco Eduardo Milán comentaba que en su opinión el síndorme Rimbaud se está
disolviendo, que ya la juventud no es requisito ineluctable para esto de la
poesía, y que el paradigma del poeta joven empieza a difuminarse. Yo no lo
creo, menos aún ante el fenómeno de la poesía para adolescentes, ahora tan en
auge. Publicar el primer libro a los 57 años es, sin duda, una anomalía. Incluso
llegué a escribir un poema en mi primer libro en el que pedía disculpas por tal
intromisión (“A la mar pelillos, y a la vejez sarampiones”). No pocas veces me
siento como un abuelo en su primer día de gimnasio, lejos de los que comparten
conmigo generación, y lejos igualmente de los que ostentan su poca edad.
Incluso en la práctica de la escritura me contemplo ajeno a cualquier
cronología. Pero reclamar mi condición de rara
avis sería señal muy torpe de ahnelo, habitual entre los jóvenes (huyo, en
buena lógica, de cualquier novedad de última hornada). Reclamar que ya he ido y
que el regreso es lo que me define, sería una evidente manifestación de
derrota, de ridículo orgullo de la experiencia. Si a tu palabra “desgenerado” le quitamos la “s”…
Dicho esto, debo enunciar el obligado matiz: Ángel publicó antes,
tiene más obra y es mejor poeta que yo. Además
es más alegre y un poquito más alto.
La otra particularidad creo yo
que está determinada por el discurso en sí pues la inestabilidad de un barroco,
al cual yo llamaría cervantino –coincidirás conmigo en que el barroco es un
espíritu- empieza de pronto a confluir con ciertas estrategias de
comunicación/representación que, desde mi perspectiva, parecieran responder al
concepto de eficacia de la poesía estadounidense –un aspecto que me sorprende.
¿Crees posible el desarrollo de una escritura pelágica-insular-disidente en el
pandemónium de la globalización? Veo en tu pregunta varias cuestiones. Si
no te molesta mi afán de enumeración, que lo entendería, contestaré por orden:
1) Toda escritura debería ser disidente, al menos
intentarlo. El sentido siempre es posterior.
Bien mirado, casi todo lo que nos atañe es posterior, fundamentalmente nuestra conciencia, pues la lengua nos es
dada, es previa, por tanto deberíamos hablar de una existencia anterior a cualquier “yoísmo”. Cuando mi hija me pide
que le explique un poema, mi obligación
es intentarlo. Yo procedo de la crítica, que tiene el mismo étimo que “crisis”. Me he tirado décadas localizando sentido a
los textos. El hermeneuta es, por naturaleza,
un desconfiado de la letra escrita. Otro modo de arrogancia. El sentido pretende
reinstaurar la certeza, en poesía esto es muy evidente. Consiste en regresar al
camino del que nos desvió el
poema. La significación parece casi un arrepentimiento, un cantar la palinodia, el reconocimiento del
delito... ‘Lamento haberme desviado de la certidumbre
y de la significación que nos define comunitariamente’, tendría que confesar el poeta. Nos hemos tirado años pregonando
que la voluntad intencional sirve de poco. Soy muy consciente de todo esto, pero debo responder a mi
hija o a mis alumnos cuando me preguntan.
Sé que mi respuesta es otro texto, a menudo distante del poema, una
enmienda, una glosa, tal vez una
secuela. En los momentos de inseguridad me amparo en lo que el peruano Reynaldo Jiménez llamaba
“microsentido”. Vivimos años de imperativos. La exigencia de comprensión facilita la supremacía de lo
sencillo. Esta tiranía ha llegado incluso a
la aulas. Todo debe ser claro, accesible, cercano… Y divertido. El arte ya no es lugar de reflexión, sino de diversión,
preferentemente compartida. Explicar un poema
de Auden, o de Hölderlin, o impartir
un curso dedicado a Perlongher o Rilke es una labor muy similar a la de
un detective que investiga un crimen no cometido. Y en última instancia me
engaño recordando a don
Quijote cuando afirmaba que el libro de su historia requiere un futuro e inconcreto comentarista. Comprender, a veces, significa renunciar.
Dicho esto, regreso al inicio.
Toda escritura poética debería ser disidente. No concibo una poesía asociada al
ocio, al tiempo libre.
Tampoco que ansíe una exégesis explicativa. El único intento poético que hoy retiene su validez es el que pretende aliarse
con la inteligencia, con el descaro y el calado
crítico. Me gusta tu definición: “disidencia pelágico-insular”. Si me permites,
yo diría "archipiélago de disidencias, sin aspavientos".
2) El Barroco es un espíritu,
claro, definido fundamentalmente por una espléndia manifestación de desconfianza. Desconfianza en la
certidumbre. Es muy interesante el desarrollo
de la anamorfosis barroca: la
deformación reversible de una imagen. Si por ejemplo
pintamos un rostro, un paisaje o algunos objetos sobre una superficie elástica,
¿se mantiene su identidad, su
naturaleza, sus condiciones de significación si estiramos intensamente esa superficie maleable? Puro
Barroco, y ahí me siento como
pez en el agua. La duda moderna es
consecuencia de esta vacilación, recelar incluso de la propia percepción sensorial. En “Espíritu, hueso animal” tengo un poema
dedicado al gran José Kozer
que es un desfile, una parada barroca (“He acariciado un gato porque sabía que
hoy haría frío”).
3) La poesía clásica se basaba en la imitatio. Si uno
se percata, es la eterna cuestión del mundo
representado. En Góngora, un escenario de telurismo grandioso puede servir para
comentar que una hoja de roble seca se
desplaza, a causa de la brisa, de aquí a allí, a cinco centímetros. En la poesía norteamericana sucede lo
contrario: un escenario banal puede ser
el lugar de una declaración sobrecogedora. Y ya conoces la atracción de los polos opuestos. Reconozco que me siento cómodo en ese falso
objetivismo.
Son cuatro palabras: Barroco, disidencia y poesía
norteamericana. Por ahí suelo desenvolverme
¿Eres consciente que en tus textos el concepto de la errancia- o mejor,
el de un devenir- se encuentra siempre presente, muchas veces más como una
latencia que como una evidencia? ¿Esto tiene alguna relación con tu biografía?
Cuéntame un poco. Recuedo ahora el libro de Franseco Careri, “Walkscapes. El andar como práctica estética”.
Fijémonos en aquel deambular surrealista organizado por Louis Aragon, André
Breton, Max Morise y Roger Vitrac. Consistía en vagar al azar por el centro de
Francia, a pie, conversando sin parar, sin desviaciones deliberadas a excepción
de las que impusiera la necesidad.
Bretón escribe que en ese vagabundeo la ausencia de cualquier objetivo les
apartaba rápidamente de la realidad. Era un dejarse ir que muy pronto alcanzaba
los límites entre la vida consciente y la vida de los sueños. La andadura
automática. La condición errática está presente en cualquier acción humana. La
excentricidad debería igualmente ser exigencia de la escritura poética. A mí me
agrada que el poema venga, llegue, se comporte como un deambulante, y que la
palabra sea un encuentro, fortuito pero crucial, fugaz pero decisivo. Aprecio
que diga, que se deje decir, que merodee igual que un sospechoso. Toda mi
biografía ha sido como una especie de desplazamiento, un extravío, donde lo
próximo y lo lejano nunca han estado muy claros. Me gustaría que mis poemas
fueran transhumancias. Posiblemente no lo esté consiguiendo.
¿Desde cuándo escribes poesía? Desde siempre. De joven sentí una
fascinación casi mística por Juan Larrea… Desemboqué de inmediato en Vallejo,
Edgar Bayley, Yves Bonnefoy, el gran Jose Miguel Ullán. Larrea y Ullán siguen
en mi mesa de trabajo. De ahí a los clásicos. Todavía entro con una enorme
facilidad en los sonetos de Francisco de la Torre, o en la potencia religiosa
de fray Luis de León o San Juan de la Cruz. Una poesía cuajada, plena de
significación. O en aquel Góngora a quien se le iba la mano hacia el finisterre de la lengua,
desatendiendo precisamente el sentido. Y se sucedieron las lecturas: América
latina, los británicos (Dylan Thomas, W.H. Auden, Keats…). Descubrí a los
americanos en mi primera llegada a los Estados Unidos. Y ya no paré de leerlos.
En mi regreso a ese país conocí a José Kozer y a Eduardo Espina. Me hice amigo
de ellos. Un regalo, una suerte, un privilegio. Y entonces leí por vez primera
a Gerardo Deniz. Todo lo demás es una continuación. Enumero estos nombres como razón
y causa de mi abandono de la escritura poética. Me explico. Con muy pocos años
tuve una especie de revelación (ahora, con el tiempo, creo que fue un rapto de
prudencia): ¿para qué escribir si otros lo hacían maravillosamente bien?
Coincidió este abandono con el apremio laboral. Pronto empecé a trabajar en una
universidad en Cambridge (Boston) y entré de lleno en la práctica académica: me
hice cervantista, artículos, libros, congresos… Así hasta que mis padres
mueren. Me regresó entonces, como si fuera una fiebre intermitente, la
necesidad de escribir poesía.
Te lo pregunto porque si algo me sorprendió es que entre tus libros (A
y B) se observa un desplazamiento inusual pues no es sólo formal. Hablando en
términos cinematográficos: en el A hay un paneo en donde destaca la destreza
del cameramen para encontrar una serie de ángulos, ocultos en el paisaje. En el
B ese paneo es sustituido por un zoom a través del cual ese cameramen nos
presenta los objetos sin ornamentos,
digamos, “al hueso”. El “paneo”, como tú dices, es un movimiento horizontal
de cámara, buscando el efecto panorámico. La minucia y el detalle es una labor
de búsqueda, y la cámara rastrea en paralelo al suelo. Con el zoom la cercanía
y lejanía tienen una mayor alternancia, y el cameraman arbitra las distancias.
Mi conocimiento del cine se reduce a cuatro conceptos que enseño en clase, y a
una regular asistencia a las salas de proyección. “Y una sospecha, como un dedo” es un libro triste. Quiero ver en sus páginas una especie
de arqueología del instante, por lo habitual desolador. “Espíritu, hueso animal” pretende una continuidad, pero con un
filtro parecido al de las traduciones. Por ahí, tal vez, se puedan explicar las
diferencias que notas de un libro a otro. Aunque, insisto, siempre planeé una
continuidad entre uno y otro. “Espíritu”
termina con una ficción en 16 actos. Me acerco a la narrativa de la que nunca
estuve muy lejos. La fábula que ahí procuro anuncia el tercer libro, “Tierra impar”, que publicará de nuevo
RIL este otoño. Un personaje llamado Fabio Bondarino Silo sirve de enlace. En
este último libro planteo la opción de liberar el infierno, en un entorno de
inexistencia, una especie de Comala en el que de nuevo deambular con la única
esperanza de saber qué significa la palabra “lugar”. “Tierra impar” saldrá
igualmente en Chile y en España, al mismo tiempo.
Y es curioso que el contacto entre cine y poesía no haya sido más
fértil. Eliminénse las imágenes de carga poética que puedan espigarse en
cualquier filme. Me refiero a una estrista y continuada alianza entre imagen y
palabra. Habrá quien traiga a colación Cagliostro,
el experimento cinematográfico de Huidobro, o las películas surrealistsa Entr’acte
de René Clair y Un Chien Andalou de
Buñuel, o el Viaje a la luna de Lorca,
o el cine de Pasolini y su célebre “subjetiva indirecta libre”… El mejor
ejemplo de esta alianza es el expresionismo cinematográfico alemán, el
documental experimenal (sobre todo años 20-30), el actual slow cinema o la película uruguaya Whisky (2004). Podríamos incluso, dentro del cine comercial, añadir
El árbol de la vida de Terrence
Malick. Y aunque los dadaístas vieron en el cine un adecuado vehículo para sus
propósitos poéticos, se podría afirmar que la relación ha sido esporádica, casos
aislados y a veces heroicos, o la reducción a instantáneas, escenas,
movimientos de cámara, elipsis, fugas, etc. Sospecho que el motivo es económico.
No sé. Lo mismo sucede en otro arte definido fundamentalmente por la imagen. Me refiero a los comics. Soy fiel
lector desde mi niñez. Y tampoco se ha producido históricamente esta
asociación. Como en el caso del cine, se pueden arrojar encima de la mesa
algunos ejemplos. La adaptación de Julian Peters de “The Love Song of J. Alfred
Prufrock” de T. S. Eliot o la magnífica obra de Yoshiharu Tsuge, sobre todo “El hombre sin atributos”. Cuidado: tal
vez ignore el tema y esté escribiendo disparates.
¿Tu escritura se estructuró
influenciada por la cinematografía? Te lo digo pues, por momentos yo noto la
presencia de esta pero a través de claves cifradas y bajo el disfraz de lo
“literario”. Pues no lo he pensado. Eso sí, me gustaría recordar aquí el
célebre plano-secuencia de Sed de mal (Touch of Evil), la película de Orson Wells. ¡Yo quiero, quisiera decir lo mismo
con las palabras, y con la misma música y los mismos sonidos de fondo! ¡O decir
en un poema, largo y demorado, la bergmantiana partida de ajedrez
entre Antonius Block y La Muerte!
¿Cómo definir la relación entre
tu poética y la literatura? ¿Crees que tu poética podría circunscribirse sólo
en este ámbito? No, o al menos no quisiera que así fuera. La literatura ya ha quedado como un tipo de
mecanografía. Hoy solo es posible en el mercado, y a niveles exclusivistas de
venta mayoritaria. Los estudios literarios se baten en retirada de las universidades.
Fueron eclipsados por los estudios culturales, que igualmente hacen aguas
y empiezan a encallar. Lo relativo a la literatura queda como una
estribación, un residuo, una corriente que en la llanura se filtra y
desaparece. Yo pretendo, claro está, que mi escritura tenga calidad. De
ahí la urgencia de exceder los límites. La poesía solo es posible si se
renuncia al acomodo. Si no es así, es una vana reiteración por lo general de
factura deficiente.
Nómbrame algunas poéticas que
hayas descubierto en los últimos años las cuales te hayan impactado, de una u
otra manera. Me interesa lo que hace Jane Sprague (The
port of Los Angeles), o Peter Gizzi
(Threshold Song o Archeophonics). En estos días estoy
leyendo a Robert Fitterman y Maxime Chernoff. Ángel Cerviño es ahora
mismo una de las voces más interesantes del horizonte español. Por otra parte, muy
probablemente sea Benito del Pliego uno de los más volcados en la construcción
de una poética. Al otro lado del agua, tu obra se desliza por la misma
dirección. También de allá sigo con interés el quehacer de Elisa Díaz Castelo y
de Paula Abramo. José Kozer siempre me reprochó, con toda razón, mi
desconocimiento de la poesía oriental. Pues bien, leo y releo Haru to shura, de Kenji Miyazawa. Recomendado
a quienes confíen. Y siempre los clásicos, a modo de peaje: esta vez Eduardo
Espina. Muero por leer su último libro, por fin iniciativa española. La
editorial Amargord de Madrid sacará en breve su nueva obra. Y la editorial Ay
del seis, también de Madrid, reeditó recientemente su Caza nupcial, en homenaje a sus veinticinco años de existencia.
¿Con qué autores podrías encontrar confluencias? Me encantaría decir
unos cuantos, pero sonaría a petulancia. No puedo, no debo buscar un hueco para
lo que yo hago entre aquellos que me despiertan la admiración. Sí puedo
contestar, a modo de reparación, que me gustaría haber escrito alguno de los
sonetos de Ted Berrigan, algunas partes
del Kaddish de Ginsberg. Me hubiera
gustado escribir el Cape Hatteras de
Hart Crane, o el Autoretrato de
Ashbery o algunas de las 77 canciones del buen borracho John Berryman. Pienso
también en los almuerzos de Frank O’Hara. Pienso en Charles Olson (que salvó la
vida a Ezra Pound), en Robert Duncan, en Jack Spicer… Y me gustaría ser el
culpable de algunas páginas del ya americano Joseph Brodsky. Se dice que Marosa
di Giorgio siempre escribió el mismo poema, y yo daría un mundo porque ese
poema fuera de mi puño y letra. ¿Puedo también decir que me encantaría escribir
como lo hacía Celan, o ya es un exceso? ¡Ah, al menos déjenme ser el autor de
la Epístola moral a Fabio!
En una ocasión me comentabas
sobre la impresión de que hoy existen “muchos poetas”, ¿a qué crees que se deba
ello? Porque la poesía es una de las actividades más egotistas. Porque para
muchos es sinónimo de inmediatez. Porque la emoción suele asociarse a los versos.
Porque con frecuencia se confunde con la memoria. Porque se representa, y tiene
el don de lo impreciso… Maurizio: ¿nos tomamos unos vinos?
¿Cuál es tu percepción sobre
los slams poetry y las denominadas “poesía juvenil” y
“poesía best seller”? Es una pésima poesía: cuatro lugares comunes mal dichos, mucha emoción, mucho amor y poco más. Pero venden miles de libros. Y esto genera un envidia muy grande y corrosiva. Si acudes en primavera a la feria del libro de Madrid podrás ver enormes filas de jóvenes que esperan pacientemente la dedicatoria. Son los blogueros poetas. Unai Velasco es quien más atinadamente ha diagnosticado el caso (“50 kilos de adolescencia, 200 gramos de internet”). Es un fenómeno vinculado a los blogs y las redes sociales. Pero también es una mina económica a la que se han arrimado, cual sardina al ascua, algunas editoriales y medios de comunicación. La invectiva de esta seudopoesía es un claro denuesto a sus lectores. En una época en que los jóvenes tienen pocas puertas a las que tocar, no es de rigor rechazar ningún medio de obtener el sustento. Tampoco debiéramos juzgar el ocio elegido por cada cual. Lo que más me sorprende son los elogios de algunos poetas consagrados, el apoyo que reciben desde ciertas instituciones... Bueno, allá se las compongan. Pero que quede claro que, a modo de conclusión, le viene muy grande la palabra “poesía” a esos libros que tanto disfrutan multitudes de adolescentes. Eso sí, que sigan disfrutando.
“poesía best seller”? Es una pésima poesía: cuatro lugares comunes mal dichos, mucha emoción, mucho amor y poco más. Pero venden miles de libros. Y esto genera un envidia muy grande y corrosiva. Si acudes en primavera a la feria del libro de Madrid podrás ver enormes filas de jóvenes que esperan pacientemente la dedicatoria. Son los blogueros poetas. Unai Velasco es quien más atinadamente ha diagnosticado el caso (“50 kilos de adolescencia, 200 gramos de internet”). Es un fenómeno vinculado a los blogs y las redes sociales. Pero también es una mina económica a la que se han arrimado, cual sardina al ascua, algunas editoriales y medios de comunicación. La invectiva de esta seudopoesía es un claro denuesto a sus lectores. En una época en que los jóvenes tienen pocas puertas a las que tocar, no es de rigor rechazar ningún medio de obtener el sustento. Tampoco debiéramos juzgar el ocio elegido por cada cual. Lo que más me sorprende son los elogios de algunos poetas consagrados, el apoyo que reciben desde ciertas instituciones... Bueno, allá se las compongan. Pero que quede claro que, a modo de conclusión, le viene muy grande la palabra “poesía” a esos libros que tanto disfrutan multitudes de adolescentes. Eso sí, que sigan disfrutando.
Me gustaría conocer tu opinión
sobre la poesía(s) española(s) más recientes (s). Por fin, por fin, por fin
las aguas se mueven. En España todo aquello de la experiencia y la
sentimentalidad provocó un continuado y estéril estancamiento. No me refiero a
la práctica poética, sino a la insistencia en los mismos nombres, editoriales,
premios, medios de comunicación, el reparto de la escasez … El establisment, en dos palabras. Ya sabes
a lo que me refiero. Ciertos nombramientos actuales no contribuyen a mejorar la
imagen de la poesía española fuera de nuestras fronteras. En dirección
contraria, el nombramiento de Olvido García Valdés como directora general del
libro fue noticia que muchos celebramos. En estos días todo el mundo celebra la
aparición de un numerosa nómina de mujeres jóvenes que han irrumpido con
magnífica energía y calidad: Ángela Segovia, Su Xiaoxiao, Berta García Faet, Lola
Nieto, Laila López Manrique, Sara Torres, Rut Llana, Layla Martínez, Luna
Miguel… Antes ya sobresalieron nombres como Chus Daranur, Ana Gorría, Eva
Chinchilla, Ester Ramón, Regina Salcedo, Julieta Varelo, Elena Medel… Y es de
justicia comentar pilares fundamentales: Olvido García Valdés, Luz Pichel,
Blanca Andreu, Ada Salas, Chus Pato, Lola Andrés… Sumemos a esta lista los
nombres de Julio César Galán, Ángel Cerviño, Marcos Cantelli, Viktor G. San
Valentinos, Paco Najarro, Ismael Belda, Unai Velasco, Hasier Larretxea, Alex
Chico, Jesús Ge, José María Cumbreño, Óscar Pirot… Me gustaría poner énfasis en dos
libros recientes. Materiales para un
derribo de Carlos Bueno Vera y Todos
vienen al funeral de Rick de Maite Martí Vallejo. Carlos Bueno ya venía
avisando está plenísima confirmación que es su último libro. Y una de las
grandes sorpresas del 2018 es Maite Martí. Es la aparición de una escritura
arriesgada, de enorme imaginería, visceral, poderosa. He tenido la oportunidad
de leer parte de su segundo libro, La
familia a veces es una trampa, con el que se va a ratificar que ha llegado
una poeta muy especial. Con todo esto
quiero decir: se han abierto las ventanas, se han aireado los salones … La
poesía bonita, irremediablemente, cede el paso. El hallazgo y el rapto
iluminador quedan para el rapsoda o el coleccionista de joyería metafórica. De
modo similar, la conversación y sus tonos regresan al menudeo de lo cotidiano. Las
causas son muchas, aunque yo diría que la principal es el cansancio. ¿Quién no
se harta al escuchar la misma voz desde la emisora de radio, el jurado del
premio o la lectura en el salón institucional?
Esta buena salud posibilita al mismo tiempo un abanico más
amplio de proyectos, o acaso al
revés, es el contexto quien beneficia uno de los mejores escenarios poéticos en
bastantes años. Cabría citar en dos
segundos una serie de editoriales fundamentales como Varasek, Ay del seis, Liliputiense, La uña rota, La Bella
Varsovia, La isla de Siltolá, Amargord, Ártese
quien pueda… Es ejemplar la labor que está haciendo Aníbal Cristobo al frente
de Kriller71. Revistas como
Koroko, Oculta Lit o Nayagua (¡qué lástima la desaparición de
La galla ciencia!). La
Fundación José Hierro, en Getafe (Madrid). Los blogs de Daniel Bellón (“Islas en la red”), de Francisco Cenamor (“Asambleas
de Palabras”), de José María Castrillón (“elcuaderno”)…
De gran calidad son los de Jordi Doce, Viktor
G. San Valentinos, Ana Gorría… También, claro, han caído iniciativas que han
sido ejemplares durante años. La desaparición
de Centrifugados ha sido una de las peores noticias en años. El trabajo de Chema Cumbreño quedará sin duda en
la memoria.
En fin, Maurizio: hay tela bastante para cortar. ¿Prefieres blanco o tinto?
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