SE NECESITA SOPORTE TÉCNICO/ MANUEL DEL BARRIO DONAYRE






Sinclair ZX Spectrum

algo que suena como un timbre de teléfono
un poema que hace crack como una silla rota
este zapato limpio que apenas toca el suelo
el cuerpo joven que merienda y pedalea
para ir directamente y ya que lo preguntas
el setenta por ciento de mi tiempo
a ningún sitio y te diré que todavía
recuerdo la primera vez que un Sinclair ZX Spectrum
me preguntó mi nombre desde que tengo edad
y fue en tu casa hará unos dos o tres exactamente
cinco años que debí estudiar ingeniería
ya lo dijo mi padre y me miraba como esa bicicleta
para que la electricidad los peces todas las cosas
amarillas que ya no hay que girar
como un tornillo y yo escribí mi nombre
en la pantalla debes obedecer a ver si aprendes
y el Sinclair ZX Spectrum respondía.




Ibook G4

Siempre que voy al Pepe Botella a beber café y pacharán
me llevo mi iBook G4 blanco bajo el brazo.
Me gusta escribir mientras observo de reojo a jóvenes
fumadoras y bebedoras,
mujeres con gafas de pasta y pañuelitos en el cuello.
Escribo con mi iBook G4 blanco
porque para un poeta posmoderno como yo
no es estética ni moralmente aconsejable escribir a mano.
Coger un boli, abrir una libreta, trazar palitos y curvas
con imperceptibles movimientos de las articulaciones
son gestos que me aturden y me cansan desde que iba a la escuela.
Los textos así escritos sobre el papel
salen asquerosamente ordenados y algo torcidos hacia arriba,
palabra tras palabra, una, dos, tres, cuatro,
escritas despacio, pensadas, relamidas,
erosionadas por la bolita de metal del bolígrafo
que deja escapar algo de tinta azul o negra y érase una vez.





Genteasí

Me quedo dormido viendo el cine de Takeshi Kitano
y lo único que soy capaz de leer de la página 1 a la 257
es la revista Casa Viva.

Las personas se empeñan en catalogarme, en conocerme,
eres así, te gusta esto
me analizan, me dan conversación,
me hablan de cosas que no tienen nada que ver conmigo,
me cuentan su película favorita,
el libro que se están leyendo ahora,
la última exposición de Duane Hanson que no puedo perderme.
Se fijan en mi ropa, me invitan a café,
aseguran que la nueva película de Hana Makhmalbafte me va a encantar.

Tal vez sea por mi camiseta verde con la cara de Bud Spencer serigrafiada
o por mis gafas gruesas de pasta
o por esta barba de tres días, no sé,
pero nunca aciertan.
Me observan, me sonríen,
asienten mientras se tocan la barbilla con la mano.
Les oigo decir “discrepancia de ideas”,
les oigo decir “una niña afgana de 6 años”.

A mí me gustan cosas que no tienen nada que ver con lo que dice la gente.
Insisten en que tengo que leer a Rimbaud,
que tengo que leer a Dostoievski,
que tengo que leer a San Suputamadre,
pero a mí sólo me apetece ver películas porno y vídeos en YouTube.

El mundo necesita gente así, claro,
personas que se interesen por ciertas películas,
que sean fans de Sr. Chinarro,
que lean todo lo que escribe ese autor de abrigo negro
que nadie lee.
Los suplementos culturales, las revistas de arte digital independiente.

El mundo necesita gente que desayune té pakistaní
con galletas de cereales de agricultura ecológica,
gente que sepa quién es Duane Hanson o Hana Makhmalbafte
sin buscarlo en Google.

Pero qué vamos a hacer si a mí me gusta
la leche con Nesquik y las galletas María Fontaneda
y la cerveza Alhambra
y un poco de cine comercial de vez en cuando.

Cojones.



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